martes, 19 de mayo de 2015

La muerte descompaginada.


La muerte descompaginada.
                                                      A Mario Vargas Llosa.


¿Quién pudiera tener el tupé infame
de enfrentar a los viles poderosos
para darles la mano en la distancia?
Solo la muerte descompaginada.
Sus ritos y tonsuras.
¿Quién osa presagiar lo inevitable?
Vanidad como un vínculo de sangre.
Está el mundo entre cosas cardinales
rumiando en las orejas de los cuerdos
la nueva negación del andamiaje.
No abrigan  ocasión los avatares
de ser su propia esencia sin legajo.
El cráneo está en la nuca del hermano,
la boca para el verbo repetido.
Los que nacen y crecen son los mismos
esclavos, de repente arrepentidos.
Les remuerde la historia y la hipertrofian
como el escarabajo que no llega
a ocultar su alimento desastroso,
los tímidos, funestos guardabarros,
que niegan lo que saben por exceso.
La hora del dolor,
las tibias horas
del alba o el albor,
de la alborada,
sollozan con gargantas anhelantes.
El monstruo tiene miedo del fantasma,
la luna se recubre con banderas.




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