martes, 19 de mayo de 2015

Ya me odiaron…

Ya me odiaron…

Ya me odiaron, demasiado, por quererte,
y no tengo espalda para seguir soportando
agresiones e injusticias.
Estoy débil.
Perdí mi sonrisa habitual
en un páramo desencantado.
No sé morderme los labios
y hacer un modesto duelo a solas,
a cajón cerrado. In péctore.
Siento que no me queda mucho.
Por eso, preparo una retirada digna
y pido perdón a los infortunados
en quienes confié que eran el amor verdadero,
cada vez que me equivocaba de persona.
No hay derecho a ser diabólica,
sentimental, horrorosa.
Contra todo pronóstico,
fue mi forma de amar, desprejuiciada.
Me arrepiento y desaparezco como vine,
sin aviso ni prolegómeno.
Ayer pensé en vos.
Pienso en vos todos los días
cuando cierro los ojos,
e intuyo al trasluz de la ventana
el albor del hielo, la luna usurpadora,
la lluvia asustadiza y casi interminable,
la nieve que vive en tu frío corazón
en países lejanos.
He leído algo tan vulgar
como  que el amor es
la más importante de las emociones humanas.
Algunos quedan pipones definiéndolo,
como quien se apodera del carozo de una fruta
y sueña con el árbol, que es apenas semilla.
¿Qué es el amor? ¿Alguien lo sabe?
Que me lo diga y me convenza.
Entre paréntesis,
estoy llorando sobre tu hombro,
aunque no lo notes, siquiera.
No me dejes sola. Llévame a tu cama
esta cruda noche estival.
Dame una palabra que pueda dormir conmigo,
en un pliego  guardada.
Te pertenecen mi cuerpo y mi alma,
mi presente que ha huido del futuro,
mi pasado pisado por la irreverencia,
la falta de respeto de la injuria,
convertida en lujuria.
El show debe continuar para los demás.
Cuando el nuestro se acabe
y queden espectros luminosos
convertidos en sombras alargadas
por luces descompuestas bajo un prisma,
tomaremos la tierra
como nómades gitanos,
marcaremos la huella del desierto
e iremos juntos a contar mentiras
a jóvenes ansiosos de gozar de este mundo.

Que más allá está la felicidad
sostenida en el hálito de estos malos versos.







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