Un prólogo para Lucía:
Con el desparpajo que caracteriza
a nuestra idiosincrasia argentina, con los rasgos de un temperamento particular
dentro de la cultura rioplatense, mi espejo y mi espejismo: Lucía Angélica, a
fuerza de compartir poesía y desenfrenos, sin manchar con sangre el espectáculo
de la lírica, se presentó en mi casa, hizo añicos mi buzón de correspondencia
incontestada y me demandó un prólogo
para su imprescindible libro: Venas al Menudeo.
Sus poemas a veces rebuscados, a
veces simples, mayormente extraordinarios, no quedan diluidos en la memoria de
nosotros, los gozosos y ávidos lectores, por la trascendencia que este pequeño
gran libro provocará en la audiencia.
A partir de la vida real, esta
rebelde con causa se ha portado como un titán mitológico con las Musas y con su
paleta alucinante logró entrar en la historia de la poesía contemporánea, con
la audacia que es menester en un verdadero poeta mayor.
Muchas veces se ha dicho que la
poesía es manejo de la lingüística, conocimiento de la palabra exacta, recursos
literarios, técnica, sonoridad, ritmo, cadencia, y algo más que resulta
indefinible. Y no obstante ser eso cierto, y aunque los lectores de este
poemario puedan o no coincidir en el gusto por la obra, nadie le podrá negar su
intrepidez. Solo los valientes actúan como el autor de estos verseados. Ahí está su
trascendencia espiritual y poética. Para decirlo con palabras de la
autora: “anímate a ser caballo alado”.
La poesía opera como un modo de
vivir en la utopía de optar por el camino del bien, con miras de continuidad de
las civilizaciones letradas. No sabemos bien por qué ni para qué. No somos
genios. Somos simples mortales. Solo sabemos que hay un deber ser que nos obliga
a respetar normas de conducta milenaria, escritas con carbones encendidos en el
horizonte de nuestro imaginario, para alcanzar la religiosidad que dé sentido a
nuestras vidas y transmitir los conocimientos a las futuras generaciones.
No es mi intención pretender ser
escrupuloso en materias académicas. Dejo a los profesores ilustrados ese
designio. Mi objetivo es como nadie ignora crear polémica sobre el carácter
deontológico de la poesía de nuestro tiempo. Despertar la sospecha y el recelo
ante lo políticamente correcto, lo instituido, lo insustancial y lo ríspido.
El ardid para que abran los ojos y el corazón.
Mi alter ego, prima del alma, lo
comprendió perfectamente.
Lucía hace varias décadas que
está proscripta por los países más poderosos de la tierra, por cuestiones de
alta política, que no será sencillo explicar aquí. La Historia se ocupará de
averiguar los motivos de su calificación de “extraterrestre”, la injusticia de
su seguimiento orwelliano, el daño que se le hizo a la ciudadanía de a pie, en
beneficio de imperialismos corporativos, religiosos, geo económicos y sociológicos
deshonestos que alimentan la ficción republicana con sus torpes sucedáneos de
crisis y recortes, que llevan a los hombres y mujeres del pueblo a la
humillación, provocando un retroceso en la lucha por la igualdad social de
doscientos años, como mínimo.
Conocí a la poeta de Avellaneda,
mi entrañable marciana, pese a las admoniciones e imposiciones que los
autodenominados reyes, súbditos de la monarquía, dictadores y mamarrachos le
hayan infringido como un latigazo con orden de no innovar, a través de los inagotables
dones que me ofreciera el fútbol. Nadie
ignora que el gran padrino de la AFA, don Julio Grondona, era oriundo de
Sarandí, y que Lu nació y creció a la sombra de la perfidia inescrupulosa de
quienes pactaron con sangre: los
encargados de silenciarla por órdenes “de arriba” que resultaban confusas o sin
explicación real, a la hora de pedir
explicaciones por tal ostracismo. Solo nos quedaba jugar bien nuestro partido y acatar los mandatos si no queríamos ser
considerados prescindibles, hasta la expulsión total del banco de suplentes. La
notoriedad que tuvo Maradona fue sin duda, un proceso de construcción
mediática, que no estuvo alejado de la calumnia de militares y civiles que la
hostigaban por boca del campeón que hablaba por aquella, desde conferencias de prensa, declaraciones o
notas relacionadas escritas o relatadas por periodistas mediocres, que a la
larga demostraron que su único fuego sagrado era el de ser mercenarios del
discurso del tirano y del presidente cuasi democrático de turno.
El periodista y escritor catalán Manuel
Vázquez Montalbán y el dibujante y cuentista rosarino “canalla” Roberto
Fontanarrosa, (ambos, por desgracia, fallecidos a una edad en la que se
hallaban en plena productividad) crearon con sus crónicas y obras una mística
del deporte, alrededor de una pelota que no se quedaba quieta, dedicándose a
enardecer a las hinchadas de uno u otro bando como si se tratara de verdaderas
batallas campales, alimentando pasiones enfermizas y no como una actividad que funciona en
equipo, y que exige, como cualquier otra en la que se desee alcanzar resultados
exitosos: sacrificios, intuición, empatía
social, estrategia, mucha práctica con los compañeros, entrenadores avezados y un sinfín de
profesionales de la salud, de las leyes, hombres de empresas que lo llevaron a
configurarse como la mejor manera de adormecer el pensamiento de masas, quizás
sin ser conscientes de ello. “Del pan y circo” griego, a “la pelota no se
mancha” no existe tanta distancia como se podría aventurar at first sight (es decir, a primera vista de los enamorados).
Si idéntico empeño lo hubieran
dedicado a hacer saber las perversiones del sistema e indagar las oscuras
intenciones de los mandatarios y representantes populares (ya sean de facto o
elegidos en las urnas), nuestros países
iberoamericanos no estarían padeciendo las crisis que hoy los aquejan. El fútbol, señores, lo inventaron los
ingleses, para conformar a los pueblos en los que meten su garfio para
apoderarse de islas, peñascos, zonas
territoriales, territorios, economías regionales, por medio de gobiernos diseñados desde la
cúpula reservada a unos pocos, que “roben para la corona”, mientras nos venden
sus abalorios de rock comercial, nos castigan haciéndonos creer que Shakespeare
es superior a Esquilo y promueven con billeteras ilimitadas sus
petulancias cinematográficas burdamente
republicanas de países que pretenden ser independientes campeones de la
libertad, como estandartes del museo de
cera, y muñecos de goma alusivos, que se
compran en los locales de Disneyworld mientras vas tomando la gaseosa más
famosa, cuya fórmula no podemos sino sospechar en una adivinanza del Acertijo,
enemigo de Hombre Murciélago.
Un gol con la mano, no nos
devolvió las Islas Malvinas. Dos mundiales no lograron que un país que fuera
ejemplo de justicia social, terminara teniendo bolsones de pobreza y
desnutrición insuperables y vergonzantes.
Quiero decir, que yo mismo, con
todo el poder que me dio la buena fortuna del prestigio que legítimamente
conseguí ganar con mi trabajo, no fui
capaz hasta ahora de levantar un dedo para abrir esa Caja de Pandora de la que me he nutrido a lo
largo y ancho de mi vida (Debería decir aquí “a lo largo y delgado de mi vida”
y esperar las carcajadas de mi público acostumbrado al guiño y al chiste
fácil).
En Antígona de Sófocles, se nos
cuenta que “sometido fue el irascible hijo de Driante, el rey de los edonos,
encerrado por Dionisio en una pétrea cárcel por su lengua procaz. Y así,
destila, gota a gota, la flor de su locura, en su terrible violencia, y
reconoció haber herido al dios en el desvarío de su mente, con palabras
insultantes. Trataba en efecto de poner fin al entusiasmo de las Ménades y al
fuego de las báquicas antorchas, y provocó a las Musas amantes de las flautas.” Verdades como puños en el caso de
nuestra poeta.
Mi vida ha sido siempre una gesta
dionisíaca, antes por demasías de la pluma conservadora de diarios que bajan
línea, que por excesos reales en las
canchas de fútbol. Mis vicios siempre fueron más por el lado de la pasión por
el deporte y la escritura que por las sustancias lícitas o
ilícitas de las que nunca hice aprovechamiento para la promoción y marketing de
mi carrera; trampa en la que cayó “el Diego”,
con sus contratos espurios en clubes mafiosos. Mi mente padeció el
desvarío y hasta lancé palabras bochornosas contra la tribu, a quien mandaba al
ruedo en privado (yo que no soy taurino
y que mis lances eran provocaciones de efecto al toro de lidia contra la
belleza argentina, como alegoría).
Dejaré a consideración de ustedes
si mis deducciones son correctas o incorrectas. Lo que puedo asegurar es que
después de leer este libro, que pareciera escrito a las apuradas, con unos
versos de pacotilla, por alguno de los dispendiosos y reiterativos de la
poética oficial, sin gusto ni gracia por el arte recargado de sitios comunes e
infantiles, es otra cosa. Vuestra vida dará un vuelco: habrá una iluminación
intempestiva que no podrán definir con palabras ni con sinestesias, metáforas o
cualquier recurso conocido y abusado por los copistas líricos. No estoy
exagerando, aunque me gustan las hipérboles. No quiero comparar esta obra con
ninguna, puesto que no admite símil.
Hablo de cosas más prácticas. De
visiones de un mundo en el que animarse a violar los decretos del rey abusador
nos reconecta con la tragedia de Sófocles. El Hades nos espera a todos por
igual. Los infernales subterráneos a los que iremos a parar serán compartidos
por buenos y malos. Pero, después de pasar por un ateísmo confeso y obstinado
aprendí que los dioses están entre nosotros y ninguna voluntad de majestades
satánicas va a destruirlos ni
devorarlos.
El hombre solo puede apetecer aquello
que ama y ese impulso exige una autoeducación de la que algunos pensábamos que
era plausible de omisiones y que podríamos sobrevolar el campo de juego sin
consecuencias sobre nuestras personalidades. Y, yo amo a “la pelota” como amo a
mi musa. Qué carajo.
Alguien tenía que decirlo.
Uno de los primeros héroes de mi
reconvención, a quien deseo mentar, por su caballerosidad es el periodista
uruguayo Daniel Viglione, quien arremetió publicando una entrevista “falsa”
escrita entre él y Lucía, quien firmó la nota como Joaquín Sabina, en el diario
El Observador de Uruguay a fin de dar un zarpazo a los ridículos exponentes de
un proyecto impopular e insensato de su país, aliado de los jerarcas de la Orden de la Jarretera española.
Unos días después, algunos personajes nefastos de los servicios judío-sionistas
de la masonería y francmasonería, hicieron volver atrás la soflama y obligaron
a su director a una desmentida. El diario El País del grupo Prisa, tributario
de grupo Bilderberg, exigió una alusión en la que se debía hablar de “una fan
de esas locas” para memorar el asunto y dar por finalizado el tema, a pesar de
que por aparecer el novelón en una radio de gran nivel de audiencia en
Argentina, conducido por un reconocido fan de Lucia desde hace años, que
mencionó varias veces su nombre y apellido, el gobierno oficial –que fue
reelegido por la falta de compromiso de energúmenos que ocultaron el desastre-
ordenó quemar –a modo de escarmiento y como advertencia- doscientos metros de
antenas de esa radio y de otra del mismo grupo empresarial (Pop y Mega transfiriendo el conglomerado de
medios a manos de un cultor del
cristi-cinismo). En efecto, el amordazamiento de la prensa tiene fuertes tintes
totalitarios. De colores, todos.
Me viene a la mente, un tipo de personas,
que sin embargo son mis buenos amigos, de las que deberíamos guardarnos porque
fueron, al igual que yo, cómplices dilectos de la omertà mafiosa de los
servicios de inteligencia impuestos por Bush, Truman y sus descendientes
directos e indirectos, de quienes tanto
se habla a raíz del resonante caso del fiscal Natalio Nisman Garfunkel. Lo que
nuestra Lucía denomina: la sinarquía internacional de Naciones Unidas, bajo la órbita de los países angloparlantes y
fundamentalistas extremos. De la antigua prohibición de libertad de prensa al
caso Nisman y la amenaza que imprime a un Poder Judicial que debería ser
independiente del Poder Ejecutivo, solo hay un escalafón.
Ni Luis García Montero, ni Mario Vargas Llosa, ni Arturo Pérez Reverte,
ni Antonio Muñoz Molina, ni J. J.
Benítez, ni Joan Manuel Serrat, ni Pere
Gimferrer, ni Juan José Millás, ni Félix de Azúa, ni Gabriel García Márquez, ni
Sergio Ramírez, ni Juan Gelman, ni Fernando Sánchez Drago, ni los trovadores latinoamericanos y españoles,
desconocían nuestra devoción como barrabravas, por Lucy in the sky… y su
situación de presa virtual de la tecnología de telefónicas y espionajes
industriales de la CIA. Y sin embargo, nadie, absolutamente ninguno de estos
“grandes hombres” de la Literatura Hispana, fue capaz de mover un dedo para la
liberación de su nombre. Sus ligeros impulsos nacionalistas burgueses no
pudieron comprender que estamos transitando un nuevo mundo global (y no estoy
diciendo globalizado, no permita la Virgen) y que la democratización del
conocimiento tocó las puertas del patio de atrás.
Argentina, por mucho que le pese
a la hipocresía del exrey Juan Carlos y asociados y al desgobierno de la familia
tiránica Fernández/Kirchner/Sion, Argentina, repito, tiene destino de liderazgo
intelectual y lo han mancillado durante demasiados años.
Y llega un gran poeta andaluz,
radicado en Valencia, la abraza con
humildad, le ofrece escribir un prólogo de su magnífico libro de versos y lo desvela con la sencillez propia de las buenas
gentes. Le pide un poema a la ejemplar musa epistolar (un poema magnífico en
donde ella declara que ha perdido la fe en los hexámetros… y no es para menos)
y, ahora vengo yo a sumarme a su coraje y
aprovecho para meter cizaña contra estos funcionarios del Rey, lacayos serviles
de las monarquías, que se jactan de tener una Ética que solo se beneficia del
apaño porque son herederos del dictador Franco, de Adolfo Suárez, de Felipe
González, de José María Aznar, de José Luis Zapatero, del impresentable Mariano
Rajoy, que supieron amordazar y maniatar como víctima preferida a nuestro
lucero inspirador dentro y fuera de la cancha y consideraron que homenajear su
ausencia era el mejor modo de abortar las ideas de la Liberación Peronista y
del Mayo francés de que decían ser jueces y parte.
Para finalizar, quiero agradecer
al Rey Felipe IV de España, que me ha autorizado dar a conocer esta historia, en el que “la
pelota que pateaban” era una argentina apasionada por el Derecho y la Poesía,
que la gran mayoría de los habitantes no sería capaz de reconocer por en un
bar.
A modo de coda, citaré unos
párrafos de Lucía, publicados en la red, bajo el título de Prosas:
“Cada letra es una ceniza del
extenuado corazón; la blancura de los pétalos de un jardín amarillento; el
aliento atesorado en una flauta prodigiosa; el pan y las confituras de tu mesa
vacía.
Arrepiénte. No te arrepientas de
nada. Duda. Ten la certeza de no dudar. Grita. Calla. Explícate. Vacila. Sopla.
Ruega. Vende. Regala. Compréndete. Pierde.
Compra. Salta. Trueca. Olvídalo. A Dios tus pequeñas manías le dan lo mismo. Tu
tramo está sellado entre líneas y
símbolos azarosos de una perfección incalculable.
Arriésgate a vivir fuera de las
palabras y soñar con ellas.”
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